LA
EDUCACIÓN DE CALIDAD COMO PRIORIDAD PARA EL DESARROLLO DE LOS JÓVENES
Oscar A. Pérez Sayago
Secretario Adjunto
PINCELAZOS
SOBRE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA
Este es un asunto difícil de
abordar, aunque estemos de acuerdo con que la educación de mala calidad produce
mayor inequidad y falta de oportunidades. El concepto mismo de calidad varía
mucho entre los autores y es entendible que haya que contextualizar la oferta
educativa. En todo caso, hay indicadores que nos permiten aproximarnos a
algunos componentes básicos de la calidad necesarios hoy en América Latina y el
Caribe: una educación que permita las competencias comunicativas entendidas en
el uso adecuado de los lenguajes fundamentales (lengua materna y otra lengua) y
los medios tecnológicos (TICs); formación para la ciudadanía que permita la
consolidación de la sociedad democrática y su institucionalidad, la ética civil
y el respeto a los derechos humanos; manejo de la matemática y sus procesos
abstractivos; y un buen fundamento en las ciencias naturales para la
comprensión del mundo y respeto del hábitat. A esto hay que añadirle, como
parte del proceso, la formación para el trabajo.
Un mundo que se mueve aceleradamente
hacia la globalización, también empieza a buscar cómo construir comparativos
estándares que permitan medir la calidad o, por lo menos, algunos aspectos de
ella. Sin caer en la trampa de absolutizar estos indicadores, tampoco vale la
pena desecharlos de entrada. Lo que sucede es que aunque en muchos casos no
estemos de acuerdo, no por eso van a dejar de aplicarlos o valorarnos por
ellos. Las pruebas Pisahan sido diseñadas dentro de las fórmulas de
estandarización de políticas educativas de la OCDE. Sin embargo, el número de
países que las han asumido ha ido creciendo paulatinamente y empiezan a
convertirse en factor de medición de calidad para los procesos educativos
básicos en Matemáticas, Ciencias y Lenguaje, tres elementos considerados como
fundamentales para el éxito en la educación superior y, además, como elementos
sin los cuales es muy difícil decir que nuestros procesos educativos se mueven
para una sociedad y una economía basadas en el conocimiento.
Es obvio que el papel de la educación
no se completa o tiene como objetivo último que los estudiantes puntúen bien en
dichas pruebas. Desde los Antiguos Griegos y recorriendo la historia de la
enseñanza el objetivo fundamental de la educación es construir personas y
buenos ciudadanos. La educación católica siempre ha defendido el concepto de
integralidad para los procesos educativos, de manera que los resultados en
algunas áreas del conocimiento son apenas un componente de un proceso que es
mucho más complejo. De hecho, aquí tendríamos que poder mirar el papel de la
educación en la construcción de civilización lo mismo que su capacidad de
generar hombres y mujeres críticos frente al consumismo desbordado que impone
el modelo económico, frente a los medios y las tecnologías de la comunicación,
frente a valores humanos esenciales como la solidaridad y la conmiseración,
frente al fortalecimiento de la democracia y la participación política.
Por tanto, mi invitación es a no
absolutizar, pero tampoco desconocer que la calidad educativa pasa por la
adquisición de competencias en ciencias, matemáticas y lenguaje. Quizás valga
la pena trabajar también en la búsqueda de indicadores que nos permitan evaluar
que la educación que llamamos “integral” es de calidad reconocida y, por tanto,
formalmente evaluada. No sobraría también preguntarnos cómo evaluamos la
calidad de los procesos pastorales en nuestra propuesta educativa, amén que no
se trata de mediciones al estilo de pruebas estandarizadas, sino de un examen
crítico con referentes claros de la acción, reflexión e impacto de los
procesos.
La mayor parte de los países de
América latina y el Caribe han instaurado sistemas de evaluación y distintas
formas para “dar cuentas”. Están en marcha procesos de Acreditación o
Certificación de las escuelas y colegios que miran su funcionamiento,
cumplimiento de estándares, revisión de aspectos locativos. Los países han
desarrollado mediciones de conocimientos y competencias a través de pruebas
estandarizadas tanto para el acceso a la educación superior como para el
control mismo de la mejora de la calidad; estas pruebas son aplicadas a los
estudiantes al finalizar la educación secundaria y frecuentemente en otros
momentos del proceso. De la misma manera, se han instaurado en varios países
procesos de evaluación a los profesores que, en muchos casos, pueden afectar la
estabilidad laboral de los maestros en el sistema. Empieza, tímidamente, a
generarse una reflexión sobre si los resultados de los estudiantes deben ser un
criterio para la evaluación de los profesores.
Este es un tema espinoso en ALC
porque está estrechamente relacionado con las condiciones laborales y vitales
de los educadores. Resulta obvio que un sistema que quiere crecer en la calidad
requiere de mejores educadores, mejor formados y con más oportunidades. La
situación laboral de los maestros difiere mucho de país a país, pero, en
numerosos casos, aún sus condiciones son precarias. Aquí entonces se imponen
dos políticas al tiempo: por un lado, sistemas de evaluación y rendición de
cuentas por parte de los maestros; y, por otro, mayores y mejores oportunidades
de formación e incentivos para no solamente mejorar las condiciones laborales y
de vida de los educadores sino para hacer atractiva la profesión.
APORTES
DESDE LA CALIDAD PROPUESTA POR LA ESCUELA CATÓLICA
La educación de calidad sigue siendo
el principal motor para la democratización de una sociedad. Ella posibilita el
acceso a otros niveles educativos, facilita la inserción en el mundo del
trabajo con mejores condiciones, genera oportunidades que frecuentemente niegan
la cuna y los recursos, provee de herramientas y forma destrezas necesarias
para vivir en la sociedad del conocimiento, es factor de inclusión en la
sociedad, y da las condiciones para el fortalecimiento de la democracia sobre la
idea de que una sociedad es más democrática en la medida en que sus ciudadanos
estén en capacidad de participar y ejercer el control político. Todo ello
conduce a sociedades más equitativas, en estados más responsables, en
instituciones más sólidas, en gobiernos más efectivos, en sociedades más
respetuosas de la dignidad de las personas. Las sociedades con economías
basadas en el conocimiento exigen ciudadanos informados y con las competencias
necesarias para las dinámicas y relaciones que se generan en torno a la
tecnología y la ciencia. Como bien lo explican los expertos, las sociedades
presentes se basan en el conocimiento que es un intangible a diferencia de la
tierra y las empresas.
El gran desafío de la educación
fieles a los principios religiosos que nos orientan, está en ser significativos
para poblaciones vulnerables producto de las nuevas marginalidades. Aquí nos
jugamos nuestro compromiso y nuestro aporte a la historia: hacer a los pobres
de ALC parte de las actuales dinámicas históricas en condiciones de dignidad y
participación; ejercer nuestra imaginación para crear las nuevas propuestas
educativas que lo permitan. Nos enfrentamos a problemas muy complejos como los
de la sostenibilidad de procesos educativos para los pobres. Tenemos que echar mano
de los temas de responsabilidad social de empresarios y egresados para poder
ofrecer propuestas novedosas que permitan inclusión y movilidad social. En
estos contextos también podremos evaluar la efectividad de nuestros proyectos
educativos que centraron sus esfuerzos en la educación de los dirigentes
políticos y los grupos humanos con más recursos: ¿Son hoy personas socialmente
responsables en sus empresas, ejercicio del poder, manejo de las relaciones
laborales, y solidarios con los pobres? ¿Podremos contar con ellos para la
financiación de proyectos que democraticen la sociedad e incluyan a los pobres
de este mundo?
HACIA
UNA AGENDA COMÚN
Creo
en la necesidad de plantear una agenda común para la acción educativa en ALC
que conlleve líneas y proyectos compartidos, redes robustas de reflexión,
programas conjuntos, acuerdos curriculares, etc., es parte de una invitación,
pero también de una estrategia para tener un sistema fuerte de educación que
pueda impactar en el Continente.
No
podemos vivir más de glorias pretéritas. El futuro de la educación en América
estará dado por la capacidad que tengamos para alimentar las prácticas
educativas con nuevo conocimiento, y de proponer nuevos proyectos para el
desarrollo de la Región. Hoy la investigación educativa tiene que mirar más al
presente y al futuro que al pasado, necesitamos menos expertos en el pasado y
más gente que pueda comprender las dinámicas históricas presentes, porque
nuestra misión de dar educación de calidad a los niños y los jóvenes de hoy también
pasará por la capacidad de generar proyectos productivos para que la gente
tenga mejores posibilidades de vida, donde la educación permita la inclusión y
la participación en la sociedad del conocimiento a grupos vulnerables y al
margen de estas nuevas dinámicas, y donde la acción de nuestras instituciones y
nuestros egresados sea socialmente responsable porque se educaron en
instituciones que tenían claridad sobre sus intencionalidades y propuestas y,
en su oferta, se la jugaron todo por ser política y socialmente
responsables.
Se
necesita la articulación con las políticas estatales, con la empresa y el
estado, con las instituciones educativas laicales, religiosas y universitarias.
La manera de ser significativos es compartiendo posibilidades y oportunidades y
tender a realizar proyectos conjuntos que nos permita impactar mejor nuestros
pueblos. Una agenda común de investigación es inaplazable y que contenga temas
que miren menos la arqueología y más la proactividad para dar respuestas a las
necesidades más urgentes que nos desafían. Son tiempos de pensar en conjunto
temas como: la seguridad alimentaria, la soberanía energética, la
sustentabilidad ambiental, la educación rural, la formación para la democracia
y la ciudadanía, las pedagogías y didácticas en la sociedad del conocimiento y,
por supuesto, el humanismo en un mundo que ha situado de manera diferente la
religión y lo religioso. Vaya desafíos, pero qué apasionante suena una misión
en un mundo que demanda, exige y reta.
¿Cómo
hacer presencia educativa significativa entre los niños y los jóvenes
anhelantes de sentido y ávidos de signos? ¿Cómo ser parte de las dinámicas de
la historia y hacer presencia educativa en la sociedad del conocimiento?
¿Podremos terminar diciendo dos o tres cosas, proyectos viables con metas e
indicadores para poder hacer seguimiento y evaluar? ¿Seremos capaces de eludir
los lenguajes políticamente correctos y las consideraciones etéreas para
pensarnos posicionados con significatividad en el contexto educativo actual de ALC
que se mueve entre el despegue y la inequidad?
Y para
concluir, los invito a hacerse algunas preguntas en medio de
la reflexión de estos días pensando en los horizontes, anticipándonos al
futuro, conscientes de la realidad, recomponiendo las utopías, soñando con
otros comprometidos como nosotros también en la misión educativa:
· ¿Qué
sueños queremos construir?
· ¿Qué
horizontes queremos alcanzar?
· ¿Qué
caminos queremos recorrer?
· ¿Qué
riesgos estamos dispuestos a asumir?
BIBLIOGRAFÍA
Gómez, C. (2012). La misión
educativa lasallista en América Latina y el Caribe. Roma: Cuadernos MEL –
Hermanos de las Escuelas Cristianas.
CIEC (2015). Proyecto Educativo
Pastoral para la Escuela Católica de América. Bogotá: Santillana.
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