El educador cristiano, testigo de fecundidad
Por Giovanni Perrone, Miembro del Ejecutivo de la UMEC
«¡Sed fecundos, salid vosotros y multiplicaos! », esto es el primer mandamiento que Dios dio a sus criaturas. Eso significa no solo «¡Producid niños!». Bien que eso es muy importante para el desarrollo de la humanidad, el mandamiento es sobre todo una invitación que Dios nos hace cada día: desear y saber ser fecundos. Esta invitación debería comprometer y orientar cada ser humano durante su entera vida. Para el educador, especialmente para el educador cristiano, significa aún más. Es la fecundidad que viene del Espíritu, una fecundidad espiritual, intelectual, profesional, relacional. Es la fecundidad en palabra y acción.
La fecundidad es una expresión de amor, de la capacidad de dar se mismo al otro. Es inteligente, sabe hacer frente a los problemas y halla unas buenas soluciones. Es capaz de hallar nuevos senderos y nuevas estrategias.
Se manifiesta a través de la inteligencia y generosidad, creatividad y responsabilidad, compromiso y perseverancia, dinamismo y testimonio. Amplia la competencia y el deleite de vida.
Hace deciros: «¡Deseo comprometerme! ¡Soy responsable! ¡Todavía deseo ser entusiasta y perseverando en la tenacidad!».
Hay una fecundidad personal, y también la de desear y saber ser fecundo. Podemos pensar especialmente a la fecundidad de las instituciones escolares, los proyectos educativos de los institutos, trabajo de cada educador…
En verdad: hoy día no es fácil ser fecundos. La sociedad occidental está perdiendo también la fecundidad de la procreación. Cada vez más recurrimos a manipulaciones, implantaciones, y no comprendemos que hemos de cambiar nuestro estilo de vida. La fecundidad del espíritu no puede significar OGM (fecundización artificial), no puede reanimarse por artificios. Hemos de alimentar cada día a través de una vida basada sobre relaciones eficaces con nos mismos, los otros y Dios, y sobre la reflexión y el dono.
Cierto: a veces hay la fatiga, la soledad, y el espíritu es débil. Muchas personas quieren ayuda y no hay que pocos a darla. … No obstante, no hemos de desanimarnos, sino sostenernos los unos a los otros. Dios, la origen de la fecundidad, nos dispensa su sostén y nos acompaña. Él nos da el espíritu de fortaleza y compromiso, nos da ojos y sesos para mirar a lo lejos, nos ayuda de adquirir la capacidad de responder adecuadamente a los desafíos de cada día, nos da el coraje de cambiar, y nos ayuda de hallar la mejor forma de vivir y hacer vivir a los otros, verdaderos valores en nuestra sociedad.
Pienso que hoy día el mayor desafío para el educador cristiano (en la escuela católica y aún más en la seglar, en donde está a menudo solo) es lo de dar testimonio y educar a la fecundidad. En verdad, la educación es la única que puede darnos la brújula a fin de orientarnos en le pluralismo de la sociedad, y aprender de discernir entre vero y falso, bien y mal, bello y feo.
Especialmente en los países del Norte la educación ha de cargarse del cuidado para la fecundidad de espíritu: el derecho al desarrollo espiritual ha de estar asegurada sobre todo a los niños. Hay gran habla con respecto a la crisis económica en el Norte, y los países han de hacer frente, no obstante, las dificultades económicas no han de hacernos olvidar la formación espiritual de los niños, lo que significa darles los remedios y ayudarlos de vivir su vida llenamente, es a decir siempre deseando y sabiendo ser fecundos para si mismos, los otros, todo el mundo. ¡No serán sino los hombres e instituciones fecundos que adelantarán hacia el porvenir!
lunedì 24 maggio 2010
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